Los y las “Underwater”
Estar “bajo el agua”, literalmente, significa en nuestra sociedad estar al límite, o un poco más abajo del límite de lo que es admisible. Es un concepto que Joseph E. Stiglitz utiliza para significar la realidad de muchos estadounidenses que se encuentran hoy en día sin casa, sin posibilidades de realizar una propia vida, tras ser desalojados por la banca por sus deudas contraídas con las entidades financieras.
En el libro del premio Nobel “El precio de la desigualdad” se pone de manifiesto la degradación de amplias capas sociales, antes consideradas clases medias (bajas o medias-bajas) y que ahora se han deslizado inevitablemente por el trampolín del descenso social. La retórica (teórica) de los últimos 40 años se había fundamentado en la solidaridad intergeneracional. Ahora se ha roto, no sólo la teoría, sino en la práctica. Pero los culpables, (¡Atención!) no son los padres/madres que también habían creído en esta transferencia social, sino la clase corporativa, lo que yo he denominado la clase codiciosa.
La “cuestión social” ha pasado de ser el pacto salarial de postguerra a el abandono de los jóvenes y las mujeres a la suerte de un mercado de trabajo que los humilla. Los explota. La verdadera cuestión social radica en la ruptura de los vínculos intergeneracionales, no porque los padres y madres de clase trabajadora lo hayan decidido, sino porque ya no se estima ocuparse de los más desiguales. El pacto social desaparece en aras de una selección “natural” de los más fuertes, que son y han sido siempre los que han podido convertir y revertir sus (escasas) capacidades en capital social, capital cultural y capital económico.
La cuestión social ha dejado de ser él salario, para pasar a ser las condiciones de vida, las condiciones materiales de existencia, en el más puro lenguaje de los escritos de juventud de Marx.
Los underwater reivindican hoy, como hace 100 años, un lugar en la sociedad. Antes, los underclas, hoy los que han descendido de la escala social aún teniendo las competencias para no hacerlo.
Loa barrios sensibles, eufemismo de los barrios populares, tradicionalmente obreros, se encuentran ante la dificultad de ser protagonistas de una nueva etapa. Por un lado, los investigadores sociales los clasificamos con categorías negativas (pobres, desarraigados, excluidos, marginales…), por otro lado hay un empoderamiento y una resilencia activa que los determina a construir alternativas al orden social y económico.
En nuestras investigaciones intentamos apoderar la genta de los barrios populares, crear dispositivos abiertos y plurales donde se puedan expresar, crear pensamiento y crear contradicciones al sistema que los determina.
La sociología de la proximidad trabaja conceptualmente y de forma práctica con elementos y dispositivos cercanos, no invasivos. Crea espacios de “creación” y de recuperación de la memoria del barrio, abiertos y escasamente deliberados. Da la voz a los habitantes del barrio para que ellos sean los que creen el discurso y el excurso. Los artistas han proporcionado una lección investigadora de primera magnitud: dejar ser (dejar hacer).