La percepción de los barrios (castellano)
En la actualidad la mayor parte de la población así como de la superficie urbana se encuentran fuera del núcleo central de la “ciudad vieja”. La noción de centro se ha transformado fuertemente para dejar paso a un relativo policentrismo en el que juegan un importante papel las nuevas aglomeraciones urbanas. Si bien es cierto que la configuración urbana deja fragmentos urbanos aislados y separados de las nuevas periferias, se han creado nuevos centros en torno a estos últimos sobre la base de un cierto ordenamiento del espacio público y al mismo tiempo de las diversas funciones que cumplen. Por eso es interesante revisar el concepto tradicional de centro con su carácter ordenancista de las relaciones sociales y de las relaciones jerárquicas.
Es pertinente preguntarse por el significado de lo que en Francia se ha venido a denominar los “barrios sensibles”, y que pueden también ser etiquetados como desfavorecidos, “calientes” o “con dificultades”. Estas zonas urbanas constituyen el leitmotiv de un número considerable de estudios que combinan determinadas problemáticas sociales y enclavamientos geográficos. Los conceptos con los que los investigadores, los periodistas y los políticos se refieren a estas zonas urbanas, no son conceptos neutros sino que dotan a estas zonas y a sus poblaciones de una identidad y significación profunda. El primer error derivado de este etiquetaje es presentar como homogéneo lo que no lo es, esto es, reducir la complejidad y la heterogeneidad de situaciones, de poblaciones, de individuos…a una imagen estereotipada en la que no hay posibilidad de explicaciones alternativas ni de conocimiento en profundidad de dicha complejidad. La uniformización que presenta el discurso traza con brocha gorda las distintas realidades de la ciudad popular y las desdibuja hasta presentar un cuadro manchado y diluido sobre el que solo resalta un color. El segundo error es, por derivación, considerar que las poblaciones de determinados barrios y o zonas urbanas viven y conviven de forma pasiva, esto es, se dibuja un retrato robot en el que predomina la pasividad y como mucho la respuesta a estímulos de una forma mecanicista. Este planteamiento no se hace eco de la vitalidad y el dinamismo de las poblaciones de estas zonas, de las (neo)comunidades, de las redes de intercambio, de las economías yuxtapuestas, de los procesos de socialización que son antagonistas con el proceso de socialización dominante, etc. Esto es, más allá de las zonas urbanas consideradas “normales”, hay vida. Un tercer error es observar los barrios y zonas populares desde la perspectiva del enclaustramiento social o del cierre social, si se prefiere. O mejor dicho, el error radica en el hecho de solo ver el cierre cuando se trata de comunidades locales ubicadas en las zonas populares y en las zonas más degradadas. ¿Y qué hay del cierre espacial y social que presentan las zonas residenciales donde habitan familias profesionales y con elevado poder adquisitivo? Esta pregunta podría indicar el camino de toda una línea de estudios sobre la etnificación de les couches aisées.